Chesil Beach
Ian McEwam
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama
Panorama de narrativas
Barcelona
2008
En cinco capítulos, los cuatro primeros en lento, la mitad del último en un rápido flashback; recorren las vidas de dos personajes para explicarnos un pequeño incidente con el que se termina una bonita historia de amor. En esta relación de miradas sostenidas y enamoramiento neoplatónico, la magia se acaba cuando tienen que enfrentarse a la noche de bodas, con la inexperiencia femenina y la escasez de delicadeza y paciencia masculina. Florence llega virgen al matrimonio y sin ningún interés por el sexo, tiene otras pasiones que le atraen más, y no sabe cómo proponerle un trato a su joven esposo; Edward quiere disimular su pasado pueblerino, contralar la violencia que lo aneja y dejarse empapar por el snobismo de Oxford; ambos perdidos en Chesil Beach, metáfora de la incomunicación, las piedras pequeñas de la playa desolada que siempre permanecerá en sus recuerdos por el triste desencuentro que allí acontece.
Edward, en el futuro se plantea si fue una decisión correcta haber dejado aquella relación:”Al final se confesaba a sí mismo que nunca había conocido a nadie a quien hubiese amado tanto…” (pág. 182) Se plantea qué hubiera ocurrido si en lugar de repudiarla hubiese aceptado el trato que le proponía, porque ahora, después del fervor de la revolución sexual, él lo hubiese aceptado. Con seguridad Florence hubiese aprendido a ser un ser sexual, sin duda, pero el miedo, la inexperiencia y lo grotesco de la actividad sexual, a ella, un ser refinado y espiritual, la asustaba.
No entiendo que Florence lo engañara, aunque ella se machaca con esa idea, no creo que pudiera actuar de otra manera, la inexperiencia y un exceso de refinamiento tal vez, provocaron la inseguridad y el rechazo, así como el peso de lo que debía ocurrir en la noche nupcial o durante el matrimonio. Las acciones y reacciones establecidas por las que se mueve Edward rechazan cualquier otro formalismo, provocando la ruptura. Dentro de las normas sociales el sexo tenía un protocolo que lo encorsetaba, gracias a los diferentes movimientos de liberación sexual las normas las establecen los participantes del juego, no vienen impuestas. Edward, aunque estudiante de Historia, no aprendió de ella la necesidad de dar respuestas propias a los problemas, actuó como debía hacerlo el “macho” herido.
Me gustaría reflejar una duda interpretativa en el pasaje en el que a Florence el olor a mar le provoca una evocación que no sé si esconde algo más, como el final de La nieta del Señor Linh, o simplemente me he dejado llevar por un impulso freudiano, ya que el autor no desarrolla ese recuerdo (página 113); sin embargo el sonido del cinto del padre en el camarote queda ahí descolgado impidiendo cualquier relación con el incidente sexual pero podría esconder alguna clave que explicara el asco de Florence, ¿qué creen ustedes?
Magnolia Medina
Viernes 12 de Diciembre de 2008
Bar Playa Casa Pepe - Bajamar
Asisten: Esther, Mª José, José Antonio, Pilar, Magnolia.