viernes, 15 de enero de 2010


Un viejo que leía novelas de amor
Luís Sepúlveda
Tusquets (Maxi)
Barcelona
2009


La selva. Poderosas fuerzas telúricas duermen en su fondo, así ha sido vista a lo largo de la historia literaria, como un lugar indomable que puede engullir a todo aquel que se atreva a desafiar su poder. De esta manera numerosos autores han encontrado en ella un desafío para el orgullo humano que, desde finales del XIX, creían poder dominarlo todo. Joseph Conrad, en El corazón de las tinieblas, relata la locura de Kurtz después de llegar al “infierno” o tal vez al “cielo”, con la adoración de los indígenas. Arturo Cova clama a la esposa, la dominadora selva, después de refugiarse en ella, como Marlow en la obra de Conrad, para reencontrar o rescatar a una Alicia, creciendo así su añoranza de las llanuras y la pampa: “¡OH SELVA, ESPOSA de silencio, madre de la soledad y de la neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel verde?[…] ¿Dónde estará la estrella querida que de tarde pasea las lomas? ¿Aquellos celajes de oro y múrice con que se viste el ángel de los ponientes, por qué no tiemblan en tu dombo? ¡Cuántas veces suspiró mi alma adivinando al través de tus laberintos el reflejo del astro que empurpura las lejanías, hacia el lado de mi país, donde hay llanuras inolvidables y cumbres de corona blanca, desde cuyos picachos me vi a la altura de las cordilleras!” Pero finalmente a los personajes de Eustasio Rivera también se los tragó la selva. Siempre se alza poderosa. Podríamos nombrar a otros autores que también han sucumbido a su esplendor y generosidad, como Kipling o Quiroga y a este último quería llegar, pues creo que Un viejo que leía novelas de amor es un homenaje a este autor, quien a la vez comparte con el autor de La vorágine una muerte trágica.
Luis Sepúlveda no habla de novelas ni de amor, la selva lo enmaraña todo desde el inicio, y ofrece el chileno una visión diferente, ya no es la enemiga indomable, la esposa de silencio, es la amiga que te habla si escuchas su silencio como hace el protagonista de la historia, Antonio José Bolívar, que incluso aprendió a avergonzarse de matar con rifle. Es una oda a la destrucción de la amazonía y es una plegaria pacifista en el encuentro con lo desconocido, escuchar y aprender.
Magnolia Medina
Asistieron: Alejandro, Mª José, Domingo, Ángela, Alberto, Maive, José Antonio, Yolanda, Covadonga, Nieves, Rosi y yo.
Ganadores de "las hartangas" fueron Rosi y Nieves, ambas se llevaron un tupperware (en español tapergüere) de carne en fiesta y una botella de agua o media.

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