Pierre Szalowski
Traducción de Esther Andrés Gromaches
Debolsillo
Barcelona
2009
El avión modificó la trayectoria de mi pelo, el coche la de mi pantalón y el retrato de Franco el de mis improperios. Aún así logré sentarme y relajarme para disfrutar de una tertulia más. A todos nos gustó el libro, estuve a punto de decir que no pude con él, aunque no fuera verdad, por darle un poco de vidilla a la cena que se quedó en una procesión de lindezas sobre la historia. Lo leí fácilmente, sí, y creo que es una lectura recomendable para los alumnos de 4º ESO, pero empezamos a necesitar algún revulsivo, alguna lectura que nos obligue a posicionarnos, que disguste a unos cuantos, algo muy malo o algo muy bueno, no sé, que nos haga no estar de acuerdo.
Efectivamente hay hechos extraordinarios que nos obligan a comunicarnos, a conocernos, eso ocurre en las historias que nos cuentan estas páginas. Hechos insólitos que los ojos de un niño pueden ver como actos divinos o sobrenaturales de los que se siente responsable. De esa manera, seres opuestos se ven obligados a encontrarse, a hablarse, a conocerse e incluso a amarse. Es una historia tierna llena de simbología, parece que las letras mundiales y en especial las francófonas, últimamente, navegan por esos lares: La mecánica del corazón o La alargada sombra del amor de Mathias Malzieu por un lado y Las cajas de luz (considerada por la crítica como el nuevo Principito) de Shana Jones por otro, todos acompañados de bonitas portadas ilustradas, las del francés por Benjamin Lacombe. ¿Son necesarias tantas parábolas? ¿No estamos dándole demasiada importancia a la visión de los niños? He de reconocerlo, a mí este tipo de libros, al margen de que me puedan gustar o entretener, me dan algo de yu-yu, no sé, entran fácilmente y suben muy deprisa, como algunos vinos que maldices con la resaca.
Está bien estructurado, las frases finales de los capítulos son las que dan título a los mismos, los personajes son planos, vienen perfilados desde su presentación y los cambios no añaden nada nuevo a la esencia que desprende la historia: todos somos buenos por naturaleza, las circunstancias nos vuelven hostiles. A todo esto hay que añadir un final, tal vez lo mejor por no ser predecible, feliz. Este "buenrrollismo" que podría ser empalagoso, es, quizás, lo mejor del libro.
Termina la cena y ninguno reunió el valor ni el coraje de darle la vuelta al anacrónico retrato del caudillo, ¡qué cosas!
Magnolia Medina Sánchez
Asisten: Maive, Yolanda, Covadonga, Esther, Rosi, Nieves, Ana Elba, Mª José, José Antonio, Domingo, Alberto, Alejandro y yo.
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