sábado, 18 de abril de 2009

Confesiones de un inglés comedor de opio
Thomas de Quincey

Traducción de Luis Loayza
Alianza Editorial
Madrid
1995



Aunque el motivo del libro haya nacido de la necesidad del autor de narrar su experiencia con el opio, está claro que rápidamente este límite es sobrepasado por excitantes alocuciones sobre temas varios, convirtiéndose la propia prosa en el personaje central del relato. No pronuncia sus sermones desde el púlpito, al contrario, intenta constantemente un acercamiento con el lector al que apela en más de una ocasión. Así nos va retratando a sus coetáneos: obispos, profesores, galeses, amas de llave, perdidos malayos, etc… sobre todo en la primera parte con la que se intenta justificar. Me gusta su capacidad para mantener un “diálogo” con el lector, es increíble el buen humor con el que diserta o introduce lo que quiere contar.
¿Qué hace que el lector mantenga la atención si la anécdota es mínima y el argumento silogístico? No creo que sea el vocabulario, aunque es exquisito y lleno de cultismos; tampoco creo que sea, como he dicho ya, la tesis del relato; sin duda no lo es tampoco la estructura (antecedentes, inicios, placeres, dolores y apéndice); parece que lo que nos captura es el ritmo conseguidos con un derroche de buen humor, no hay falsa moralina en las palabras del autor, y ese continuo disculparse con el lector para pasar a temas más importantes, por perder tiempo en pequeñas puerilidades, por su sinceridad…tanto que terminamos por convertirnos en sufridos interlocutores que no saben y no quieren dejar al pobre e indefenso narrador sin que se desahogue. Todo esto inundado por grandes dosis de poesía, la poesía que desprenden los solitarios.
Este libro representa para mí, creo haberlo dicho alguna que otra vez con otros libros, el mayor de los placeres que te puede provocar la literatura, es decir, que un libro te lleve a otro libro. Todo comenzó con Antonio Escohotado, no sé si con su extraordinaria Historia de las drogas o con Aprendiendo de las drogas, el caso es que fue esa lectura la que me llevó hasta Thomas de Quincey y éste hasta Baudelaire, pero no a Las Flores del mal, que ya conocía, ni a su Paraísos artificiales sino a una parte de estos que dedica a la crítica tanto del libro del que hablamos hoy como de la segunda parte del mismo, Suspira de profundis, que me gustaría recomendar por sobrepasar en lirismo a la primera.
Para terminar quiero, también yo, hacer una confesión. Soy una lectora elitista, y sé que saliéndome del canon he encontrado joyas y que hay best sellers que pueden sorprenderte, pero si Baudelaire te recomienda un libro, sin duda, hay que leerlo. La erudición, el humor, la sinceridad y sobre todos, la trasgresión, son elementos importantes para cocinar un buen libro.

Magnolia Medina
Plaisir Restaurant Lounge- La Laguna
Viernes 17 de abril de 2009
Asisten: José Antonio, Maive, Mª José, Covadonga, Nieves, Esther, Nano, Alberto y yo.

1 comentario:

Magnolia Medina dijo...

Quiero pedir disculpas por el lugar y la cena tan horrible que tuvimos y dar las gracias por los magníficos contertulios que fueron a pesar de todo. Dejo registrado aquí, que tengo en mi poder el honorable título de PLT (el Peor Lugar de Tertulia) y el más caro, ya que la cena fue una porquería.
Aún así, me gustó verlos y escucharlos.
¡Gracias!