jueves, 8 de abril de 2010

El animal moribundo (Elegy)
Philip Roth
Traducción de Jordi Fibla
Debolsillo
Barcelona
2008



La muerte, constante, fermenta repulsa a viejos y enfermos. Escapamos entre pulsiones sexuales y domésticos remedios antiarrugas, pero el hedor y podredumbre va carcomiendo hueco a hueco de nuestro cuerpo. La belleza, o la búsqueda de la misma, es el remedio más antiguo que se conoce para ese mal, para adormecer a la fábrica de gusanos. Nadie puede soportar ni la enfermedad ni la vejez.
Nuestro personaje, un hedonista y melómano profesor, se obsesiona con una alumna suya que tras desaparecer de su vida vuelve para contarle que tiene un cáncer de mama. Él elogia durante una hora el cuerpo joven que conoció y se sorprende ante su incapacidad para volver a gozarlo. La enfermedad es peor que la vejez, porque sabes que la muerte está pegada a tu cogote, la hueles, generándonos ese extraño sentimiento de compasión que parece alimentar a nuestro protagonista al final del libro. ¿Era amor lo que sentía por Consuelo? Perdónenme el ripio: “Consuelo busaca consuelo” y a pesar de todo lo encuentra, tanto que él se prepara para el sacrificio ya que augura que será el primero, después de la operación, con quien querrá recuperar la confianza en el cuerpo mutilado. Parece haberse transmutado en aquello que critica de su hijo, personaje que por otro lado provoca risa, son geniales los comentarios que hace sobre él.
El hippysmo y sus consecuencias, el terrorismo, la esencia americana, Cuba, son todos temas que aparecen al margen deambulando por toda la obra. Bien escrita, con la medida justa de la intriga, va imponiendo un buen ritmo a la lectura, incluso si has visto la película. Pero la terminas y, aunque te atrapa intentando buscarle un significado al extraño final, parece haberse quedado en un repertorio de ideas típicas de la progresía, no sé, en mí por ejemplo, que me pareció una buena lectura, creo que lo que definitivamente no ha hecho es traspasar mi umbral del escándalo, no ha provocado desequilibrio cognitivo, para entendernos. Todo está bien, es perfecta, ¡pero que aburrida la perfección!
Podríamos hacer una recete para cuadrar este manjar: un flas back en su punto, una primera persona singular, un interlocutor al que remitirse de vez en cuando en la trama, un drama abundante y cotidiano, sexo, arte, burguesía, algo de sarcasmo, mucha ironía, una pizca de crítica social y un final abierto. Mezcle todo con furia y mucho cariño y obtendrá una suculenta novela contemporánea. Abstenerse admiradores de Ferrán Adriá.

Magnolia Medina
Viernes 9 de abril de 2010
Restaurante La casa de mi abuela – Las Canteras (Las Mercedes)
Asisten: Covadonga, Yolanda, Nieves, Rosi, Mª José, Maive, Alberto, Domingo, José Antonio y yo.

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