jueves, 28 de junio de 2007



La mesa limón
Julian Barnes
Anagrama (Panorama de narrativas)
Barcelona
2004

Aunque compré el libro al inicio del verano no lo leí hasta el final del mismo. Comencé el primer párrafo unas cuantas veces, uff y ya saben, cuando eso ocurre uno no para de mirar el número de páginas. Comencé el primer cuento unas cuantas veces pero fue sólo en la peluquería donde pude concluirlo. Al terminar el segundo cuento no lograba entender qué relación tenían estos dos con la sinopsis de la contraportada, así que había que seguir avanzando.
Con Merril y Janice se me hizo más llevadera la cita de la ITV de mi viejo Ford Fiesta. En la cola de entrada de la fila una, bajo un calor extraordinario, estas chicas de oro me abdujeron tanto que el muchacho se acercó a mi ventanilla para pedirme que adelantara mi coche, cosa que hice, pero el sobresalto había sido tal que cuando me pidió que pisara el freno yo hundí mi pie en el acelerador, por suerte no había ninguna marcha puesta y, suavemente , de nuevo por la ventanilla izquierda, me preguntó si estaba nerviosa, a lo que yo respondí:-“No, es que no cojo nunca este coche”-, seré estúpida, ¡cómo si el freno se colocara en lugares distintos en todos los coches! Ataviada con la personalidad de las heroínas del cuento, continué sin triunfo, pero muy digna, mi recorrido por la nave.
Al día siguiente bajé a Santa Cruz para llevar el mp3 de Ismael al técnico, comprar unos repuestos para la plancha de mi madre y buscar una pieza para la lámpara de mi dormitorio que es prácticamente nueva y se acaba de romper. Siempre me ha preocupado el hecho de que compramos, mejor dicho, tiramos en exceso, ¡la de cosas que se pueden reciclar o reutilizar por el bien de la higiene mundial!
El reestreno me recordó a Don Perlimplin con Belisa en su jardín de Lorca que plantea, igual que aquí, el amor intergeneracional, pero también me recordó mi objetivo veraniego incumplido estío tras estío: leer a los rusos; y la casualidad (saber francés) hermosa y extraordinaria de haberme encontrado en Barcelona, sobre un banco, el primer tomo de Guerra y Paz.
Volví a sentirme en la piel del culto, homosexual y melómano protagonista de vigilancia, y no pude sino recordar el concierto de Chavela Vargas y las también gays-fans de las filas de delante que no paraban de sacar fotos con el móvil acompañadas de los ruidos propios de los primeros aparatejos con estas características.
Corteza describe como podemos dejar de ser felices cuando nos obsesionamos. Supura este relato una extraña tristeza que emerge de objetivos ridículos que nos ayudan a ilusionarnos y a seguir vivos. Comamos cortezas con apetito, el que le falta a mi suegra desde que le diagnosticaron, y no lo sabe, alzheimer. ¡La comprendo, yo me moriría sin la posibilidad de mis recuerdos y sin mi apetito!
Morboso y divertido es la jaula para frutas, aquí no tengo anécdota propia que se le asemeje, salvo la convicción ideológica de la necesidad de aprender a respetar la libertad individual incluso en el matrimonio.
Silencio nos cuenta la historia de un bartebly musical. La nada nos espera. Lo dicho: cortezas, muchas cortezas.


Magnolia Medina
La Gramola
Santa Cruz , 8 de septiembre de 2006


El capitán Alatriste
Arturo y Carlota Pérez –Reverte
Punto de Lectura-Santillana
Madrid
2006

El poético apodo del capitán insinúa la idea de un valiente sin remedio que esconde un lado tierno, casi poético, que no vemos desvelado nunca en la narración, excepto cuando Iñigo lo alerta del peligro con un disparo y lo ayuda a salir de la emboscada planeada por fray Bocanegra. De resto, las medias palabras del capitán, tamizadas por el idealismo del narrador, resultan insuficientes para perfilar la personalidad del alicaído soldado.
Ante tantas descripciones de reyertas, ante tanta espada va espada viene, las escasas disertaciones ayudan a mantener la esperanza de que el relato va a valer la pena. Esas ínsulas reflexivas que me entusiasman y exaltan porque tras la aparente crítica de la vida en los Siglos de Oro español y del Barroco en particular, existe ese extraño vínculo que marca la historia entre acontecimientos lejanos que manifiestan la dificultad de evitar el pasado a pesar de conocerlo, así esa España en crisis en manos de un monarca “pasmado” y un valido belicoso que quiso combatir la corrupción con la propia corrupción, es un interesante reflejo del continuo histórico que demuestra que aparatos de Estado nunca fueron buenos, llámense monarquías absolutas o parlamentarias.
Magnificas las apariciones estelares de los grandes literatos del momento. El bravucón de Quevedo que pese a sus propios defectos no deja de burlase de la joroba de Alarcón. Sin duda no es desmedida su fama ni la de Lope, pero echo en falta en el relato unos “minutos de gloria” para Góngora, que ha estado y seguirá estándolo, a la sombra de sus enemigos, cuando fue el más vanguardista de todos. No parece interesarle a nuestro autor la visión hermética del cordobés, ni las verdaderas disputas literarias del momento, en las que se intentaban dilucidar si lo importante era lo natural o, como dijo Gracián, la agudeza o arte de ingenio.
Porque fue el siglo de las disputas, de las discusiones, de los atrevimientos, donde el honor y la valentía se demostraban con la espada o la pluma; porque fue un siglo, el Barroco, de extremos y vehementes combates; porque representa la caída de un imperio que quiere sostener la fe cristiana como unidad política y hace frente, a pecho descubierto, a los insurrectos luteranos. Ante esto, y porque es de naturaleza débil como la mía dejarse llevar por ensoñaciones de lo que pudo haber sido y no fue, siempre me pregunto que habría sido de nosotros si nos hubiésemos vestido todos de negro, qué hubiese sido de nosotros si hubiésemos empezado a hablar en la intimidad con Dios en lugar de vivir para colgar el estandarte del valor y el honor en el balcón.

Magnolia Medina
La Vara – Los Naranjeros
Viernes 6 de octubre de 2006
El libro de las ilusiones
Paul Auster
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Anagrama (Compactos)
Barcelona
2006

De Raymond Griffith a la Parada de los monstruos:
todo lo que se hace se deshace.

De la duda de vivir a la certeza de tener que hacerlo. Este es el itinerario que marcan las palabras de la historia que celebramos esta noche. En esta ruta de la supervivencia el prozac se llama ficción. Una vez más, un libro que habla de otros libros y de otras variedades de la imaginación, que se transforman en balsa y bálsamo para traspasar el dolor. Una vez más, la búsqueda y el reencuentro con la felicidad perdida que parecían alejarse en la auténtica realidad, ¿auténtica, dije? No, no hay más sueño que el sueño del sueño, y así, un espejo tras otro (Borges). Creer que se cree, creer que es verdad, se convierte en la única terapia que puede aliviar el desasosiego, porque esta religión del lector que busca en las historias, no sólo pasar el rato, sino también descargas de emociones, han devuelto a nuestros aburridos tiempos el amor por lo inútil.
Paul Auster en una exhibición del dominio del tiempo narrativo inicia la historia con un in media res y la rocía de flash back(s) intermitentes que maceran la intriga. Así comienza el relato en 1988, año en el que publica el libro sobre Hector Mann, pero lo cierto es que lo hace desde el futuro, ya han transcurrido 11 años. Tres meses después de la publicación del libro recibe la carta de Frieda Spelling, y usa ese pretexto para contarnos cómo murió su familia, otro salto en el tiempo, ahora a 1985, concretamente el día 7 de junio y el verano que concluye con una carcajada frente a una película de Hector Mann. Se suceden otros saltos vertiginosos que relatan las historias paralelas de los personajes que van apareciendo para desembocar en la tesis que avala el libro entero: la muerte de Hector Mann no fue natural (pag. 336) y tal vez existen copias escondidas de las películas quemadas después de que falleciera. Así el protagonista y narrador (primera persona), a través de un particular estilo directo (no usa guiones que marquen el diálogo), nos va presentando un conglomerado de secuencias que hablan, junto con las descripciones de las películas mudas, de una pasión: el cine.
Las tramoyas, hemos visto, son espectaculares. El elenco de actores variopinto y excéntrico, personajes fabulosos que se han impuesto un castigo, no dejar huella. Esto es, desde mi punto de vista, el motor de la historia. Ese deseo por destruir lo creado habla de una idea concreta del arte, una visión práctica y terapéutica que no debe sobre-valorarse (tal y como dijo en su discurso en la entrega de los premios Principe de Asturias). Hector Mann sufre, al final de sus días, la crisis de los bartlebys (pag. 75) motivo, según el narrador, por el que Frieda necesita destruirlo todo, y frente a ella, Alma, la esencia de la esperanza de que todo puede volver a resurgir.

Magnolia Medina
Viernes 17 de noviembre de 2006
Los ahumados casa Juan – La Matanza

miércoles, 27 de junio de 2007



Sin noticias de Gurb
Eduardo Mendoza
Seix Barral
Barcelona
2006


DE BARCELONA AL INFINITO

17:05 Siempre me pasa igual, dejo todo para el último momento, y eso que hace una semana que terminé de leer el libro. Desde que llegué a este planeta (Magallanes), ya hace cinco años, no he recibido noticias de la nave nodriza (Consejería), por más que le envio papeles no hay manera de acercarme a mi destino, y eso que todavía no tengo uno. Recibo mensajes que me piden situación actual, pero no sirve de nada, después de enviar los datos, otra vez silencio interestelar. 16º con intervalos nubosos, viento del nordeste a este de flojo a moderado, el estado de la mar es de marejada y rizada en la costa del suroeste.
17:24 En este planeta (Educación) hay unos seres extraños y un alto porcentaje que padece desequilibrios emocionales. Dicen que el estrés del maestro o profesor (las dos formas sirven para designar a los seres con vida ¿inteligente? de este planeta, aunque hay algunos que se enfadan si los llamas maestro y te reprehenden y recuerdan que es un licenciado. Esto no lo entiendo mucho, la verdad, creo que la diferencia estriba en la cantidad de años que pasas en un lugar que llaman universidad); pues como iba diciendo, para estos seres el estrés se debe a que están mal pagados, aunque la verdad, desde que llegué supe que era la profesión con la que quería darme forma corpórea ya que es el gremio que goza de mayor cantidad de tiempo libre, pero parece ser que es insuficiente lo que cobran para lo peligroso que se ha vuelto el trabajo. La violencia en la escuela es una de las preocupaciones del momento, por eso mi vecina que vive sola con su hijo, ha decidido mandarlo a un colegio privado porque allí no van ni delincuentes ni inmigrantes.
17:50 Gurb acaba de aparecer transmutado en Antonia (mi madre) y me recrimina que estoy tardando mucho y que no nos va a dar tiempo de ir a La Laguna. Cierto. Así soy yo, no sé decir que no, porque quién me ha mandado a mi a liarme con estos comentarios para la tertulia. Como dice una amiga mía que conocí cuando llegué al planeta, eso me pasa por vanidosa. Yo podría hacer mi ficha de lectura y dejarme de estas lindeses pseudoliterarias con las que empalago al personal, pero oye, le he cogido gusto, y yo cuando le cojo gusto a algo…es lo que tiene este cuerpo que elegí.
18:10 A Eduardo Mendoza le encanta recorrer Barcelona en sus libros. Y a mí me encanta que le encante, porque por razones que no vienen al caso citar ahora, es la ciudad que más he visitado. La mención de la preciosa calle Petrixol me puso triste, el libro te saca una carcajada tras otra, sin embargo me vino a la memoria la excelente persona que nos llevó por primera vez a merendar a un legendario local de esa rua, famoso por sus chocolates y ensaimadas. Igual era él otro visitante del espacio exterior ya que no he conocido a nadie tan bondadoso como él.
18:15 Estos cuerpos son algo defectuosos, se ve que no pasaron las pruebas necesarias, a veces me salen unas gotitas por los ojos que tengo que limpiar rápidamente pues temo que provoquen algún cortocircuitos o algo por el estilo. Los guiños de humor de la narración precipitan la lectura pero están tan contextualizados los datos que utiliza que le restan universalidad, ya que futuros lectores o incluso lectores extranjeros actuales, seguramente necesitarían de un buen cuerpo crítico para entender los guiños. No le ocurre así a Wenceslao Fernández Florez en su mítico El malvado Carabel, porque aunque también hace un recorrido por la ciudad, en este caso Madrid, sus pinceladas de humor son más intergalácticas. Lo mismo ocurre con Mihura, Jardiel Poncela, o Tono, son los grandes de la vanguardia humorística, aquella que ha quedado sepultada por la seriedad de los acontecimientos políticos que los acompañaron, pero que abrieron a las letras españolas un camino que en la actualidad, para mí, está representado por el peruano Iwasaqui (Libro de mal amor y su última novela Helarte de amar). No es el libro que nos ocupa, en mi opinión, merecedor de tan alto mérito aunque sí su autor que comenzó su carrera por estas veredas. Claro que para amar la literatura humorística y no verla como simple entretenimiento, es necesario compartir la idea de Edgar Neville (otro de los grandes) de que “el humor es la manera de entenderse entre sí las personas civilizadas”.

Magnolia Medina
El sifón - S/C de Tenerife
Viernes 15 de Diciembre de 2006


El síndrome de Gramsci
Bernard Noël
Traducción de Guy Rochel
Ediciones Canarias
Taller de traducción literaria
Canarias
1998
…Puntos suspensivos…
En este libro de múltiples interpretaciones, lo único que nos queda claro es que el interlocutor es una mujer. No sabemos si se trata de una psicoterapeuta o la receptora de una carta, como haría el homónimo histórico con el que se da titulo a la novela, aunque si fuera así, se trataría de un fragmento, ya que el relato se inicia y termina con puntos suspensivos, tal vez el más novedosos de los acontecimientos narrativos que podemos encontrar en este intenso y profuso monólogo interior, y digo interior porque no sabemos si la receptora está o no presente. Creo que la interpretación debe ir por ese camino ya que este relato me parece un ejemplo de la idea que acabó con el imperante estructuralismo durante el siglo XX, o lo perpetúo: el deconstruccionismo. Si el autor hubiese querido plasmar una estructura perfecta, no hubiese usado nunca los puntos suspensivos al principio ni al final, porque sólo este uso se sustenta si se cree en el lenguaje y en el pensamiento como una cadena infinita que no tiene una delimitada estructura, así lo creía Derrida, así creo que lo cree Bernard Noël. Todo acto de lenguaje depende de otros actos de lenguaje, toda palabra depende de muchas otras que están presentes y ausentes en los textos. Todo pensamiento incluye un antecedente y un precedente, es un binomio infinito que se enrosca hasta formar un agujero negro que todo lo engulle. Así estas palabras no son más que un fragmento de una obra superior que intentan reflejar un fragmento del pensamiento. Volvemos al inicio, ¿qué fue primero la palabra o el pensamiento? ¿Hay pensamiento sin palabras? ¿Todo responde a un orden o estructura predeterminada? ¿Se alcanza el conocimiento a través del lenguaje? (Decía Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento”.)
Se empecina el narrador (usemos ese término literario para esta primera persona más cercana al ensayo que a la ficción), en aprehender la realidad, sus pensamientos y encontrar a través de la palabra la cura y solución para su mal, su enfermedad. Esto suena a psicoterapia, buscar mediante la palabra el mecanismo cerebral que nos ayude a encontrar el cambio, porque nuestro doliente héroe menciona unos hechos sucedidos en una colina a los pies de una escultura de un tal P. que no conocemos, y que promete contar pero no cuenta, recreando el momento en el que padece amnesia (de una palabra) que le provoca un pavoroso miedo y descontrol, teme no ser capaz de amarrar sus pensamientos porque si no hay control de las palabras no hay control sobre las ideas aunque siga habiendo raciocinio. Peor aún, sin código no hay realidad, no hay pasado, no hay recuerdos, ¿acaso alguien puede nombrar lo evocado sin lenguaje? Todo esto nos acerca a la peor de las enfermedades, la incomunicación; o peor aún, a hablar por hablar sin llegar a poder decir lo que necesitamos contar, y es ya, dicen, una pandemia.
Magnolia Medina
Viernes 19 de Enero de 2007
La marmita - La Laguna


Abel Sánchez
Miguel de Unamuno
Cátedra (Letras Hispánicas)
Madrid
1998

…y La Biblia se hizo novela.

Abel Sánchez no es el protagonista de la novela, es el motivo de la misma. Un triunfador nato, un ser que atrae las inclinaciones de los otros, un tipo con suerte al que todo le sale bien sin esfuerzo. Joaquín Monegro, amigo de la infancia de Abel, tras la elección de Helena, terminará obsesionado con fulminar de su espíritu la envidia que todo lo corroe, ya que es incapaz de realizar nada que no esté motivado por la necesidad de superar a su amigo, tanto es así que su carrera profesional se ve paralizada ante su empecinamiento. Todos sus movimientos son premeditados, elimina lo espontáneo y lo suplanta la penitencia, a imitación del santo Job, se auto-impone la elaboración del discurso en alabanza que realzará la carrera del pintor, la asistencia y abrazo de la religión y la concepción de un heredero. Es precisamente a su hija, Joaquina, a quien dirige su Confesión, este libro. Encuentra en la escritura la manera de sacar fuera el veneno y quiere dejar al descubierto el espíritu atormentado que es incapaz de controlar. Creo que es la novela más nivola de Unamuno, es la poética de su narrativa, en la que explicita los preceptos que mueven su obra. De los descendientes de Caín nacerán las artes, expresiones que buscan llamar la atención:“Y el nombre de su hermano fue Yúbal, el cual fue padre de todos los que tratan arpa y órgano” (Génesis IV, 21) y vengar así a Caín que debía vagar y ser extranjero en la tierra y quien le diera muerte siete veces sería castigado. Es el arte la descendencia de Caín, el labrador cuyos frutos no miró Jehová provocando el fratricidio. Eligió Dios el fruto de Abel, el pastor; ignoró el de Caín, el labrador cuyo sudor y esfuerzo no sirvieron para ser el elegido. Cruel prueba la del Creador supremo que desdeña el esfuerzo y elige el genio, el talento.
Hasta aquí la lectura “filológica”, ahora la personal. La tendenciosa división del mundo en buenos y malos, en sanos y enfermos, genera una serie de conflictos que resurgen leyendo este libro. El querer ser el preferido, el elegido, el seleccionado sigue siendo el motor de muchas almas, porque el éxito sigue midiéndose en esos términos y porque toda elección es de por sí maliciosa. ¿Quién no odia después de no ver su esfuerzo valorado? ¿Quién no se enoja por la constante exaltación de quien no creemos virtuoso? ¿A quién no enfurece la bondad permanente? ¿Quién es humano sin rencor? ¿Es, la rabia, veneno o un simple y necesario laxante? ¿Y la envidia? ¿Qué envidia Joaquín de Abel? Envidia el porcentaje estadístico de ser, desde la infancia, mejor considerado que él por el resto; envidia la natural simpatía que desprende y que no aplaca ni la confesión del hijo de Abel sobre su padre, porque no hay nada que complazca la animadversión que siente Joaquín por Abel, ni siquiera la muerte. Para algunos este libro habla de la envidia como un mal nacional, para mí es la ejemplificación de la injusticia natural contra la que no se pude luchar más que con la indiferencia.
Magnolia Medina
Viernes 2 de marzo del 2007
La Gramola – S/C de Tenerife
Los girasoles ciegos
Alberto Méndez
Anagrama (Narrativas hispánicas)
Barcelona
2007

De camaleones y hombres

Todos tienen miedo a que desaparezca de nuestra memoria, y tal vez ya lo ha hecho, una guerra civil, no más cruel que cualquier otra guerra, pero sí la más acomplejada de las revoluciones de la primera mitad del siglo xx, ya que los vencidos parecen tener miedo a pedir el derecho a restablecer lo que se arrebató. Dijo Max Aub, uno de los iniciadores del ciclo de la guerra con sus Campos: “lo cierto es que el pueblo español fue el único que se alzó, con armas en la mano, contra el fascismo, y se mire como se mire, eso no lo borrará nadie”. Parece quererse asentar en la mente de los españoles que la crueldad fue por ambos bandos, que todos perdimos algo en la matanza, cuando lo cierto es que nunca sabremos lo que de verdad perdimos porque ha quedado relegado al limbo de la Historia (la España que pudo haber sido y no fue) y eso anega cualquier posibilidad de esperanza. Todo el presente que nos desborda no es más que una consecuencia de esa continua bajada de párpados en pos de la tolerancia y el progreso, somos girasoles ciegos con gafas de sol.
Alberto Méndez teje la tristeza de la derrota en cuatro cuentos en los que experimenta la voz narrativa. El primero lo inicia con el narrador omnisciente que, en un momento determinado, se torna en simple tercera persona pues reconoce no saber todos los detalles (página 32) de este extraño personaje que elige el bando de los vencidos tras la revelación del verdadero objetivo de los golpistas, matar al enemigo. No se camufla para sobrevivir, prefiere no hacerlo ante tal revelación, y termina auto-fusilándose en la tercera derrota donde no es el protagonista, porque en ella es, la amistad que se forja en la adversidad, el desencadenante de la historia. En la segunda derrota Elena no tiene voz, el joven poeta elige el diario para dejar constancia de su sufrimiento e incapacidad para mantener con vida, porque el frío del futuro lo heló, “a un españolito que vino al mundo”, parafraseando a Machado. Termina el libro con un cuento polifónico en el que la voz del niño, tío del bebé muerto en el Manuscrito encontrado en el olvido, se antepone a la confesión del diácono y a la de un narrador en tercera persona, que relatan el suicidio de un intelectual que resiste agazapado en un armario hasta encontrar el momento oportuno para la huida. Todos los protagonistas de los cuentos necesitan escribir antes de la muerte: Alegría deja sus reflexiones en un bolsillo; el poeta en un diario; Juan Senra en las cartas a su hermano y Lorenzo desde el recuerdo (página 111) que intenta superar la náusea que le produce su niñez. Todos intentan gritar los horrores de un tiempo en el que se multiplicaron los camaleones y dividieron los hombres.

Magnolia Medina

La cuadra de San Diego
La Matanza, 30 de marzo de 2007


Tombuctú
Paul Auster
Anagrama (Compactos)
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Barcelona
2003


Alma de mascota

No voy a empezar con la relación de otras novelitas con protagonistas caninos, ni hablaré de la explotada semántica y simbolismo de los chuchos, tampoco del alma perruna ni del paraíso compartido entre humanos y bestias magnánimas. No trataré, ni de soslayo, la fidelidad, la amistad, la dependencia…, ni mucho menos tocaré el tema de la biblioteca de Tombuctú ni la necesidad humana de convertir en sagrados o santos determinados topónimos. No quiero escribir lo que se debe escribir, no permitiré que me vuelva a ganar mi yo academicista, así que nada de relaciones con Cervantes, Homero, Jack London, Horacio Quiroga, Mijail Bulgakov, etc…, hoy quiero responderme a las preguntas que, como lector, uno debe hacerse, si es que uno debe cuando lee o sólo son derechos los que lo amparan.
Ahora, después de digerir la novelita unos días, puedo concluir que me entusiasmó la transformación de William Gurevitch en Willy Christmas; ya, ya escucho las voces que lo colocan en la vitrina de los desequilibrados, locos y otros trastornos de la personalidad tratados varias veces en nuestras ya (permítanme la pedantería) míticas tertulias. Pero Willy Christmas tiene algo diferente, una locura tan ingenua, tan de dibujo animado que lo distancia de la contundencia de los otros. Willy tiene esperanzas y no tiene ambiciones. Las drogas, su madre y una loca profesora de literatura que un día le abrió la posibilidad de creer que podría entrar en el Tombuctú literario reservado para los excéntricos y las tostadoras transparentes, motivaron el caos.
Insisto, dentro de unos cuantos años, ¿por qué recordaré este libro? No creo que por Míster Bones que lucha en la vigilia por mantener las enseñanzas de su primer amo, ni por Henry, su breve dueño oriental, ni por la perfecta familia americana, ni por su castración ni estancia en el hotelito, ni por la descarnada juventud que lo maltrata. No, no será eso lo que evoque en el futuro, será la tristeza de un ser que perdió la ilusión pero recuperó la vehemencia para contraatacar a la vida con el papel del “insatisfecho, el rebelde, el poeta marginal que merodeaba por las alcantarillas de un mundo corrompido” (pág.21) y decide hacerse santo. Recordaré que todos los amantes de Paul Auster me hablaron, antes de que yo lo leyera, del libro cuyo protagonista es un perro, y que alguno incluso confundió con el narrador, para engrandecer la visión del chucho. Me quedé con ganas de hablar algo más con Willy y preguntarle si, a lo mejor, la culpa de todo la tiene la literatura y me sobraron las aventuras de un perro con suerte que decide suicidarse como atajo para encontrar a su único am(o)igo, dejando sin certificar que hay cosas que nunca se pueden recuperar.

Magnolia Medina
La casita vieja – Tacoronte
04 de Mayo de 2007
Son de mar
Manuel Vicent
Punto de lectura
Madrid
2005
Calvos y rubias

Ahogados, mitología y especulación enmarcan la historia de unos amantes que deben descubrir que se aman, así Ulises necesita viajar hasta Sumatra y Martina reconstruir el barco en el que vio a Yul Brynner en esmoquin contemplando la puesta de sol con una copa en la mano. Todo con una prosa ágil que se estanca por la manía del autor de repetir información que ya conoce el lector, como si no se fiara de la inteligencia o memoria del mismo. A esto hay que unir sus burdas y continuas referencias a la literatura clásica griega.
La historia es una melodía para “románticos empedernidos”, como diría cualquier locutor de radiofórmulas, en la que el chico soñador y viajero se casa con la guapa del pueblo que renuncia a las divinidades terrenales por el “profesor chiflado”, salpimentada con las anécdotas cinematográficas de algunos habitantes del puerto que tuvieron la ocasión de codearse con el Hollywood más pancolor de los años cincuenta.
Ulises Adsuara me parece un personaje egoísta, insatisfecho, que no valora lo que tiene, ejemplificando claramente el estatus laboral al que pertenece. Un día se va en busca de un atún maravilloso con el que descubrirá si ama o no a Martina, en pos de tal descubrimiento desaparece sin dejar rastro y con las papas fritas en la mesa. Se cansa de viajar y coleccionar reliquias vaticinadoras sobre su amor por Martina y es entonces cuando regresa para continuar una pasión a la que le había dejado la pausa puesta. A su vuelta no sólo se encuentra con un hijo ya criado sino también una doñita transmutada en lady de la alta sociedad sin complejos y a la que le ha crecido la lujuria (en el sentido menos peyorativo del término) y dispuesta a entregase otra vez a su amor más terrenal. Si todos, antes de amar, tuviéramos que asegurarnos de que no hay nadie en el resto del mundo que nos complemente, viviríamos en una helada soledad, encerrados en la perfección de las fantasías.
Martina no quiere renunciar a su encantador de serpientes, Ulises, pues este sabe cómo estimularle el oído, su punto “g”, y tampoco le importa ejercer de putita de lujo del rey del ladrillo porque le proporciona las facilidades que sólo le dinero es capaz de dar. Es una mujer entrampada con la buena vida huyendo del cobrador del frac.
De esta historia sólo me queda una duda… ¿se comerían los tiburones al cocodrilo?

Magnolia Medina
Restaurante Doña Úrsula – El Sauzal
Viernes 8 de Junio de 2007


Milan Kundera
El libro de los amores ridículos
Traducción de Fernando Valenzuela
Mondadori
Barcelona
2000
Nadie se va a reír. (Ridículo del latín ridiculus y a su vez del verbo ridere.) Ridículo es algo que provoca risa, ingenioso título para un cuento lleno de situaciones agobiantes y desesperantes que terminan por hacernos perder la paciencia. Mentiras ridículas que engullen al jugador más espabilado. Es la reflexión más acertada que he leído u oído nunca sobre las mentiras piadosas, no creo en ellas, ni en la diplomacia, aunque alguna que otra vez, hubiera preferido que la practicaran conmigo. Este cuento me enseñó por qué es mejor decir lo que hay que decir en el momento adecuado, siempre que me veo en una situación difícil, lo recuerdo, y tomo el valor para comunicar lo que debo decir, porque la piedad en estas cosas te pueden llevar hasta donde tú ni imaginabas que podías llegar. Entender la mentira como un arte es tan peligroso como creer en la vida eterna, terminas dejándolo todo para mañana, y creyendo que el siguiente embuste enmendará al anterior, y así terminas devorado por tu propia fiera, como le ocurre al protagonista de este triste relato que, además, se encuentra con el hermetismo de una sociedad comunista que parece controlarlo todo y que renombra el término del honor. Un mal artículo llega a las manos de un optimista embriagado por la vanidad, motivo por el que decide dar largas al autor del artículo sobre la publicación o no del mismo, mientras, desde el pasado, el narrador protagonista, inserta sus reflexiones sobre el destino:”Aquella noche pensé que estaba brindando por mis éxitos, sin tener la menor sospecha de que estaba celebrando la inauguración de mis fracasos”.Los enredos se superponen “in crescendo” hasta la explosión final. La víctima y el verdugo acaban siendo acusados de ridículos: “…mi historia no pertenecía a la categoría de las historias trágicas, sino más bien a la de las cómicas.”
Symposion. Un desafortunado accidente en la embriagada guardia de un hospital, provoca diferentes complejos de culpa y se convierte en el eje de una calidoscópica mirada en la que se pone de manifiesto lo que no se articula en palabras. Los personajes (Havel, Alzbeta, Flajsman, la doctora y el doctor jefe) se convierten en los alter egos de la nueva comedia: el donjuan, el viejo, el soñador, la carnal y la pragmática, persoanjes que también pueden encontrar su parangón en la Comedia del Arte (Arlequín, Polichinela, Colombina y Pierrot). Todos, dominados por sus pasiones, intentan aparentar un dominio de sus propias vidas a través de diferentes teorías que no saben llevar a la práctica, así Havel, después de su discurso sobre la amistad, termina yendo en contra de sus teorías.
La idea que da coherencia al libro es la intención de desencumbrar al sentimiento por antonomasia de la creación, el amor, y presentar las ridículas historias que es capaz de generar, todas más cercanas a la risa que a la tragedia. Necesita la humanidad matar al amor, un dichoso y ambiguo término que camina entre el conquistador y el coleccionista, que es capaz de cegar la clarividencia del crítico y ha hecho perdurar, desde la Edad Media, la idea beatífica de este sentimiento, porque no hay nada más terrible que morir, real o simbólicamente, por un sentimiento pasajero y voluble.

Magnolia Medina
Restaurante La Almazara
La Laguna – 26 de junio de 2007