miércoles, 27 de junio de 2007



Milan Kundera
El libro de los amores ridículos
Traducción de Fernando Valenzuela
Mondadori
Barcelona
2000
Nadie se va a reír. (Ridículo del latín ridiculus y a su vez del verbo ridere.) Ridículo es algo que provoca risa, ingenioso título para un cuento lleno de situaciones agobiantes y desesperantes que terminan por hacernos perder la paciencia. Mentiras ridículas que engullen al jugador más espabilado. Es la reflexión más acertada que he leído u oído nunca sobre las mentiras piadosas, no creo en ellas, ni en la diplomacia, aunque alguna que otra vez, hubiera preferido que la practicaran conmigo. Este cuento me enseñó por qué es mejor decir lo que hay que decir en el momento adecuado, siempre que me veo en una situación difícil, lo recuerdo, y tomo el valor para comunicar lo que debo decir, porque la piedad en estas cosas te pueden llevar hasta donde tú ni imaginabas que podías llegar. Entender la mentira como un arte es tan peligroso como creer en la vida eterna, terminas dejándolo todo para mañana, y creyendo que el siguiente embuste enmendará al anterior, y así terminas devorado por tu propia fiera, como le ocurre al protagonista de este triste relato que, además, se encuentra con el hermetismo de una sociedad comunista que parece controlarlo todo y que renombra el término del honor. Un mal artículo llega a las manos de un optimista embriagado por la vanidad, motivo por el que decide dar largas al autor del artículo sobre la publicación o no del mismo, mientras, desde el pasado, el narrador protagonista, inserta sus reflexiones sobre el destino:”Aquella noche pensé que estaba brindando por mis éxitos, sin tener la menor sospecha de que estaba celebrando la inauguración de mis fracasos”.Los enredos se superponen “in crescendo” hasta la explosión final. La víctima y el verdugo acaban siendo acusados de ridículos: “…mi historia no pertenecía a la categoría de las historias trágicas, sino más bien a la de las cómicas.”
Symposion. Un desafortunado accidente en la embriagada guardia de un hospital, provoca diferentes complejos de culpa y se convierte en el eje de una calidoscópica mirada en la que se pone de manifiesto lo que no se articula en palabras. Los personajes (Havel, Alzbeta, Flajsman, la doctora y el doctor jefe) se convierten en los alter egos de la nueva comedia: el donjuan, el viejo, el soñador, la carnal y la pragmática, persoanjes que también pueden encontrar su parangón en la Comedia del Arte (Arlequín, Polichinela, Colombina y Pierrot). Todos, dominados por sus pasiones, intentan aparentar un dominio de sus propias vidas a través de diferentes teorías que no saben llevar a la práctica, así Havel, después de su discurso sobre la amistad, termina yendo en contra de sus teorías.
La idea que da coherencia al libro es la intención de desencumbrar al sentimiento por antonomasia de la creación, el amor, y presentar las ridículas historias que es capaz de generar, todas más cercanas a la risa que a la tragedia. Necesita la humanidad matar al amor, un dichoso y ambiguo término que camina entre el conquistador y el coleccionista, que es capaz de cegar la clarividencia del crítico y ha hecho perdurar, desde la Edad Media, la idea beatífica de este sentimiento, porque no hay nada más terrible que morir, real o simbólicamente, por un sentimiento pasajero y voluble.

Magnolia Medina
Restaurante La Almazara
La Laguna – 26 de junio de 2007

No hay comentarios: