El síndrome de Gramsci
Bernard Noël
Traducción de Guy Rochel
Ediciones Canarias
Taller de traducción literaria
Canarias
1998
…Puntos suspensivos…
En este libro de múltiples interpretaciones, lo único que nos queda claro es que el interlocutor es una mujer. No sabemos si se trata de una psicoterapeuta o la receptora de una carta, como haría el homónimo histórico con el que se da titulo a la novela, aunque si fuera así, se trataría de un fragmento, ya que el relato se inicia y termina con puntos suspensivos, tal vez el más novedosos de los acontecimientos narrativos que podemos encontrar en este intenso y profuso monólogo interior, y digo interior porque no sabemos si la receptora está o no presente. Creo que la interpretación debe ir por ese camino ya que este relato me parece un ejemplo de la idea que acabó con el imperante estructuralismo durante el siglo XX, o lo perpetúo: el deconstruccionismo. Si el autor hubiese querido plasmar una estructura perfecta, no hubiese usado nunca los puntos suspensivos al principio ni al final, porque sólo este uso se sustenta si se cree en el lenguaje y en el pensamiento como una cadena infinita que no tiene una delimitada estructura, así lo creía Derrida, así creo que lo cree Bernard Noël. Todo acto de lenguaje depende de otros actos de lenguaje, toda palabra depende de muchas otras que están presentes y ausentes en los textos. Todo pensamiento incluye un antecedente y un precedente, es un binomio infinito que se enrosca hasta formar un agujero negro que todo lo engulle. Así estas palabras no son más que un fragmento de una obra superior que intentan reflejar un fragmento del pensamiento. Volvemos al inicio, ¿qué fue primero la palabra o el pensamiento? ¿Hay pensamiento sin palabras? ¿Todo responde a un orden o estructura predeterminada? ¿Se alcanza el conocimiento a través del lenguaje? (Decía Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento”.)
Se empecina el narrador (usemos ese término literario para esta primera persona más cercana al ensayo que a la ficción), en aprehender la realidad, sus pensamientos y encontrar a través de la palabra la cura y solución para su mal, su enfermedad. Esto suena a psicoterapia, buscar mediante la palabra el mecanismo cerebral que nos ayude a encontrar el cambio, porque nuestro doliente héroe menciona unos hechos sucedidos en una colina a los pies de una escultura de un tal P. que no conocemos, y que promete contar pero no cuenta, recreando el momento en el que padece amnesia (de una palabra) que le provoca un pavoroso miedo y descontrol, teme no ser capaz de amarrar sus pensamientos porque si no hay control de las palabras no hay control sobre las ideas aunque siga habiendo raciocinio. Peor aún, sin código no hay realidad, no hay pasado, no hay recuerdos, ¿acaso alguien puede nombrar lo evocado sin lenguaje? Todo esto nos acerca a la peor de las enfermedades, la incomunicación; o peor aún, a hablar por hablar sin llegar a poder decir lo que necesitamos contar, y es ya, dicen, una pandemia.
Magnolia Medina
Viernes 19 de Enero de 2007
La marmita - La Laguna
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